“Doctora, es que hubo un
accidente..” le susurró una niña de ocho años a la vez que sacaba de su bolsita
un duende de cabellos verdes. “Mi perro le mordió las manitas”, confesó apenada
la pequeña, que lloraba calladamente mientras arrullaba al muñeco entre sus
brazos, desde el umbral de la puerta....
Así inicio Víctor Adrián Espinosa su texto de la entrevista
que tuvieron a bien brindarme en el periódico el Universal sobre mi trabajo y,
que comparto al final de esta nota. Durante la entrevista charlamos sobre lo
fino, laborioso y cuidadoso del trabajo de recosntrucción y restauración de una
pieza. Entre lo más complicado es poder determinar el tiempo que necesita una
pieza, porque los materiales luego dan sorpresas y requieren más tiempo, más trabajo
y material del que parecían en un inicio que necesitarían.
Es verdad que el trabajo puede ser muy complejo pero también
me alimenta el alma y el corazón; porque como me dijo en esta ocasión Adrián,
yo no sólo he remendado los brazos de una muñeca, estoy zurciendo sueños y recuerdos.
La mayoría de las veces llegan a mi mesa muñecos y piezas que no son de gran
valor comercial, incluso de feria pero el valor que pueden tener para la
persona puedeser invaluable incluso insustituible. Por ejemplo, mucha gente
vería sólo una muñequita de yeso casi ordinaria; pero resulta que esa muñequita
ya es única, porque el marido hace treinta años que se le ocurrió ponerle con
un listón el anillo de compromiso y así, en esa simple muñequita inicio la
historia de toda una familia.
Por eso; cuando entro a mi taller, yo no veo cosas, veo
historias, miro vidas, a veces incluso mientras restauro una muñeca pienso, ¿a
qué habrá jugado la que ahora es una señora de la tercera edad con ella? ¿le
habrá cantado canciones o contado secretos? ¿la habrá abrazado en esas noches
de pesadillas y malos sueños cuando era su única compañía? ¿qué tanto habrán
mirado estos ojitos de vidrio que ahora están tan empañados?
Y entonces cuando termino mi labor, respiro y me asumo como
lo que soy, una restauradora técnica cuyo trabajo es ayudar a recuperar la
memoria de esas cosas que todos tenemos y que son invaluables para nosotros,
que las apreciamos y atesoramos porque forman parte de nuestra historia, su
valor está en el corazón, en la calidad humana.
Hoy al iniciar mi jornada de trabajo y tomar mi café
reflexionaba en la noticia de la subasta del Grito de Munch vendido en 91.2
millones de euros y ahora pienso si Munch viviera y hubiera vendido su cuadro
en vida por esa suma, ¿qué habría hecho con ese dinero? ¿qué representaría para
él saber que una pieza del trabajo de su vida donde hay tantas emociones ahora alcanza
esos precios?
Yo sé muy bien que a mí mesa de trabajo no va a llegar una Obra
de Arte porque para esas piezas están los profesionales. A mi mesa llegan la
historias de familia, los sueños de los niños, esas piezas que todas las
personas atesoran aún cuando se vendan en serie y su valor nunca tendrá sumas
considerables.
He redactado esta nota para agradecer el apoyo y amabilidad
que han tenido conmigo en diferentes medios de comunicación y venir a conocer
mi trabajo y dedicarme parte de sus espacios y que me permiten compartirlo aquí
con todos ustedes.
Y procuraré hacerme tiempo para ir creando entradas y no
olvidar tanto este espacio virtual.
Karen
(Publicado por Lucía)
(Publicado por Lucía)
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